martes, 30 de enero de 2024

Una reflexión sobre lo ocioso que me pongo en vacaciones y lo dañino que se me ha hecho a largo plazo.

 Con frecuencia escucho hablar a mis pensamientos. Usualmente no me dicen nada coherente. Ya no. Hace rato que tan solo se centran en rememorar malas experiencias. ¿Por qué? Verán. No vivo mucho. Digamos que hay una diferencia entre estar vivo y vivir realmente. Porque cualquiera que pueda leer esto, e incluso muchos que no, están vivos. Pero, ¿cuántos de ellos viven? ¿Cuántos de ellos viven sus vidas? He ahí el dilema. Yo no vivo mucho. Y, sinceramente, con frecuencia me da miedo vivir. Qué lamentable. Si hubieran mejores cosas que recordar, las recordaría, pero no las hay. Y tampoco se me ocurre qué hacer. Puedo quedarme en casa a estudiar, jugar, aprender cosas, vamos, lo que sea. Pero hay algo allá afuera que es incomporablemente superior. Cada hombre es un ser social. Y aunque algunos dependan más o menos de otros, siempre existe esa dependencia. Pero si estás en casa todo el día y no salís nunca, ¿cuándo vas a satisfacer ese deseo de conexión social? No, por cierto. No es suficiente. Porque por más que uno salga a caminar, no deja de caminar solo. No se trata de tan solo salir, sino de salir a socializar. ¡Qué miedo! Porque nunca me enseñaron realmente cómo se hace. No, nadie me enseñó. Solo intentaron inculcarme sus formas, y no me dejaron ser. Recién ahora me descubro. Cuando llego a sentir que ya es demasiado tarde. Y, sin embargo, puede ser que lo que se vive no es que no se esté viviendo, sino que tan solo esté en pausa. Si me enfoco mucho en lo personal en estas vacaciones, tal vez le encuentre algún sentido a esta proposición. Van dos meses de vacaciones y he aprovechado dos semanas. Pero me he dado cuenta de que la nada es, al fin y al cabo, vacía. ¿Qué es "hacer nada"? Esa no es una respuesta concreta. Depende de cada uno. Sin embargo, por más adictivo que sea entregarse al ocio y al aburrimiento, tarde o temprana empieza a mermar nuestras capacidades. Nos volverá más alejados del mundo, y ¿dónde quedarán las flores que nos acompañan? ¿Dónde quedará nuestro desarrollo? ¿Es plausible pausar el desarrollo? No. Es horrible. Pero es más difícil reanudarlo, una vez que estamos acostumbrados a pausarlo cada verano. Es como un congelamiento que se hace de forma automatizada. De repente, ya no hay amigos. Y por más que "hayan" en internet, no son lo mismo. No dejan de ser personas; eso es evidente. Sin embargo, algo que pueden hacer los seres humanos es tocarse. Y a veces no hacen falta las palabras, sino las voces. Y a veces, no hacen falta ni las palabras ni las voces, sino los cuerpos. Porque a veces uno no necesita que le pregunten que qué es lo que le pasa; tan solo necesita un abrazo.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario